viernes, 29 de agosto de 2008

El Caribe y las mulatas eliminan la hiel y potencian los sentidos


Ganando 22.000 euros al año, enfrentado a más de 400 millones de euros anuales de presupuesto, a asesores enganchados a Internet, trolls de la red, cansado de atacar a gente sin escrúpulos, decidí desconectar y leer 'Lo mejor que le puede pasar a un cruasán' bajo las palmeras de Cayo Coco.

No hay nada como disfrutar como un potentado en un país pobre. Aquí soy un currantillo, en el Caribe, un rico. En España, un matao más. En Cayo Coco o Cayo Alubia soy el rey. En playas paradisiacas, solo para turistas, en las que se prohíbe la entrada a los lugareños para evitar que veamos su miseria, se está como Solbes en una residencia de jubilados.

Vista nuestra diaria pobreza de espíritu, mi hiel, nuestra lucha por ver quien insulta más y más fuerte, mi interés por destruir, me propongo ahora construir. El problema: no sé como hacerlo. El cemento está por las nubes y los ladrillos no paran de encarecerse. Por eso, creo que seguiré destruyendo y atacando a los falsos sin escrúpulos. A ver si me convierto en uno de ellos y consigo vivir del cuento.

Desde esta arena finísima, cocoteros, palmeras y mulatas esculturales, me pregunto, ¿por qué seguir llamando hipócritas a los hipócritas, falsos a los depresivos, fantasmas a los profes de instituto privado y elitista que van de comunistas a 3.500 euros mensuales...? Pues porque, una vez que te hacen sufrir con tácticas mafiosas, lo mejor es la venganza, morir matando o hacer el mismo daño que te hicieron.

Han creado un monstruo con ganas de hacer daño. Pues eso. Mientras mi amigo Lionel me deja su pobre enchufe de chiringuito caribeño para soltar mi hiel, pienso en la noche, las trigueñas, el ronsito y la venganza caliente. Empieza la destrucción del nuevo curso. No hay nada como destruir. Como el olor a napalm o las torturas a animales. Como mola sacar el demonio que anida dentro de tanta seudocultura.