martes, 2 de diciembre de 2008

Harto de destruir

Hoy me he levantado harto de destruir, criticar y hacer daño. Creo que no sería un buen tipo con el poder en las manos (ahora, creo que tampoco lo soy, aunque lo anterior significaría una hecatombe).

No siempre actúo por poder. Si critico a determinados políticos en ocasiones es por venganza. O porque pienso que lo mío es mejor -eso sí, me jode que se juegue con lo de todos.

Sed de venganza, se llama. Me joden muchas cosas de ellos, pero más me jode mi interés por dañar. Como me dijo alguien hace poco: 'Un perro no puede ser un gato'.

Aunque no creo en mis conciudadanos, tampoco ceo en mí. Nuestra naturaleza, por mucho que queramos paliarla con eso que se llama cultura, es guerrera, conquistadora y egoísta. Al monstruo no se le calma con buenas palabras o un pedazo del pastel. Lo quiere todo. Y ese es nuestro problema: viene grabado en sangre en nuestros genes y no hay vuelta atrás. Ambición.

Yo creía que había que ser claro y sincero. Pero eso tampoco está bien. No sirve de nada. Como mentir. Es la otra cara de la moneda.

¿Y a partir de ahora, qué? Pues nada. Sobrevivir algo más. Nos queda poco. Los seres humanos apenas llevan 50.000 años en el planeta. Y yo no pienso durar más de 75. Hay que seguir con esta comedia. Para eso estamos aquí. A continuar atizando y que te aticen, mentir y que te mientan, engañar y que te engañen ...y así hasta palmarla o que te maten.

¿Y el amor? Podría ser la salvación, pero solo es una tirita en un mar de sangre.